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De “los Toros de Guisando” al “día de la marmota”

Rajoy y Sánchez se enzarzan en una disputa sobre quién va a robar la Navidad a los españoles mientras reviven al fantasma de la investidura pasada

Natalia Junquera
Mariano Rajoy, este miércoles, durante el debate de investidura.
Mariano Rajoy, este miércoles, durante el debate de investidura.Carlos Rosillo

Pili y Pili —esa fue la primera coincidencia que descubrieron— siguen el debate de investidura desde la acera, frente al Congreso, junto a otras 30 personas. La primera Pili es “de izquierdas”; la segunda prefiere calificarse como “socialdemócrata”. “Verlo en casa es más aburrido, aquí se organizan debates paralelos. Hemos tenido uno sobre la independencia de Cataluña con una catalana, un andaluz y un extremeño”, dice una de las Pilis. Llevan dos horas de pie. Los bolardos de la acera están cotizadísimos porque hacen las veces de asientos. El camarero del bar Olé, con buenos reflejos, se acerca con refrescos y bocadillos. Una de las Pilis cuenta que se quedará hasta que termine. Le gustaría hablar con el líder socialista y decirle: “Aguanta, Pedro. Tú, aguanta”.

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Dentro del Congreso, en la tribuna de invitados, hay más comodidades (asientos con respaldo, aire acondicionado...), pero menos ambiente. Novias aburridas y dirigentes autonómicos siguen el debate cuando les deja el teléfono móvil. Y en el espacio reservado para el presidente del Senado, —que recuerda a los palcos de las plazas de toros —un impertérrito Pío García Escudero guarda la compostura institucional como los presidentes de los equipos de fútbol que en las citas importantes celebran bajito los goles y maldicen para dentro los errores del árbitro. Hay algunos huecos. Este miércoles no está la esposa de Rajoy. Sí han ido la madre de Pablo Iglesias y el padre de Pedro Sánchez.

Abajo, en la arena, no hay sitio para todos los foráneos. Xavier García Albiol, que mide 2 metros, hace sufrir a una silla colocada de forma provisional junto a la fila de escaños. Los diputados aplauden a la señal de su respectivo líder, esto es, la pausa dramática. Los más entusiastas hacen también percusión con las palmas sobre la mesa. Los populares, que el día anterior admitían que Rajoy había hecho un discurso “aburrido, de trámite”, enloquecen cuando tira de ironía. “Señor, Sánchez, si yo soy tan malo, usted, ¿qué es? ¿Pésimo?; “Señor Iglesias, yo nunca le he reprochado que levante el puño. Mientras no sea obligatorio...”. Los diputados del PP aplauden tanto que por momentos parece que Rajoy va a salir investido esa tarde. 

Cada uno echa mano de sus palabras favoritas. Sánchez tarda 13 minutos en pronunciar “Bárcenas”. Albert Rivera invoca a Adolfo Suárez casi tantas veces como Rajoy dice “EPA (Encuesta de Población Activa)”.

Rajoy y Sánchez se enzarzan en una disputa sobre quién va a robar la Navidad a los españoles mientras reviven el fantasma de la investidura pasada echándose en cara la frase de los Toros de Guisando con la que el líder del PP se burló en marzo del acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos.

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El líder socialista es el primero en citar al recurrente Azaña —“Ningún problema político tiene escrita su solución en el código del patriotismo”—. Luego lo hará Xavier Domènech (En Comú Podem). También terminarán involucrados en el debate de investidura por motivos variopintos Joan Manuel Serrat, MacGyver, los Chicago Boys, el doctor Mengele y Marco Aurelio.

Hubo menos metáforas futbolísticas que en otras ocasiones. Esta vez ganaron por mayoría absoluta las referencias al mundo animal: “lágrimas de cocodrilo”, “marmotas” y hasta “caballitos de balancín, que se mueven pero no avanzan nada”, en palabras de Aitor Esteban, del PNV.

Uno tras otro, los representantes políticos justifican su voto en contra de Rajoy por los escándalos de corrupción, los recortes... La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, lleva respuestas para todo —aunque no convenzan a todo el mundo— y, de un fajo de papeles, va entregando a su jefe datos con los que replicar a la oposición.

Iglesias baja de la tribuna levantando el puño, pero en las filas del PP admiten su decepción porque esta vez no ha habido beso con Domènech. El líder de Podemos y Rajoy intercambian piropos. “Es un tipo estupendo, con retranca, sentido del humor...”, le dice Iglesias. Ambos se gustan en el uno contra otro.

La relación es mucho más tensa, paradójicamente, entre los nuevos socios. Rivera escucha atónito cómo Rajoy, en un lapsus, convierte su pacto de investidura en un “pacto de Gobierno” y pega un respingo cuando el líder del PP parece a punto de citar la palabra prohibida —“Diputaciones” — en medio de una defensa de los españoles que viven en municipios pequeños.

El nuevo socio de Rajoy recibe burlas por su cambio de pareja. “Roma no paga traidores”, le dedica Domènech. Joan Tardá le llama “el monaguillo”, pero Rivera no está presente porque el turno del diputado de ERC ha provocado una desbandada en el hemiciclo —aunque hablaba con tal ímpetu que se le oía desde el patio—.

Los independentistas catalanes aprovechan para lanzar guiños a Sánchez para presentar una alternativa. El socialista hizo como que no había visto nada.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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